Ayer anduve por nuestros lugares. Me senté en nuestro banco y miré el mar por las dos. Sentí que de nuevo estabas a mí lado cogiéndome la mano. Fuimos a ese bosquecillo que en verano nos daba su sombra amable y abracé nuestro árbol, como siempre, para que me diera energía. Ahora debo irme. Andar el camino sola hacia un horizonte que nunca alcanzaré, pero no me voy triste porque aún siento tus ojos mirándome y diciéndome: te reconozco, sé que eres tú.
Adiós tita