Quiero llorar, necesito llorar, pero no puedo. Debo tener algo así como una especie de retención de líquido lacrimal o de deshidratación sentimental. Esto lo padezco desde que en 2015 murió mi madre y yo me quedé tal cual, como si nada, levanté un dique de contención de la pena. Desde entonces no he llorado por nada ni por nadie por muy triste que sea la situación. Reír tampoco es que ría mucho, es más bien una sonrisa social, incluso a veces una mueca grotesca que quiere parecer una estampa de felicidad. Una sonrisa que me pongo cuando me lavo la cara cada mañana y mantengo con mayor o menor éxito durante el día.
sábado, 25 de febrero de 2023
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