Rosa abre el frigorífico y ve lo que le hace falta pa aviar la comida del día: tomates, pimientos y cebollas y también , quizás, un trozo de tocino. Los garbanzos los tiene echaos en agua desde anoche y con ese potaje come ella tres días. Se pone un abrigo largo encima del pijama y un gorro pa no tenerse que peinar y así coge la cesta y se va al mercado. Aquello es como una reunión de amigos: Alberto el carnicero, Lola la frutera, la Chari que siempre anda por allí vendiendo cupones de la ONCE. Todos la conocen y saben que aunque no es pobre de solemnidad ha conocido tiempos mejores. Entre cuchicheos y chismes se le pasa la mañana y al final piensa que ese día no come antes de las cuatro de la tarde.
Llega a casa resoplando porque cada vez le cuesta más subir los tres pisos de escaleras. Se tenía que haber mudado al bajo cuando tuvo ocasión pero ya es tarde y a Dios gracias que tiene un techo y cuatro perras pa vivir.
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