sábado, 20 de abril de 2024

Una paloma y un parque


 

Cada mañana el pajarillo acudía al mismo banco del parque donde se encontraba con Antonio que acababa de engrosar la lista de parados. Antonio, que toda su vida había trabajado en la banca, ahora a sus cincuenta y cinco años no sabía cómo llenar el tiempo. Se seguía levantando a las siete de la mañana por inercia, al principio optó por salir a dar grandes paseos pero se cansó pronto de ir andando y hablando solo. Así que al poco empezó a sentarse en un banco del parque y leer el periódico, se sentía acompañado por el piar de los pájaros que esos sí que empezaban pronto su jornada.  Un día tuvo el descaro de plantarse delante de él un gorrión cojo. Se le quedó mirando y pensó que quizá el pobre pájaro tampoco encontraba su sitio en medio de tanto alboroto y le dió una pizca de manzana que tenía en el bolsillo como desayuno. El pájaro que al principio no le hizo mucho caso terminó por picotearla y Antonio le prestó más atención. Al final se la comieron a medias y fueron cambiando de desayuno cada día. Antonio había hecho un amigo, no hablaban el mismo idioma pero se entendían. Alguna vez el gorrión le llevaba una ramita de algún árbol para agradecerle la comida. Fue un día lluvioso cuando Antonio no fue a ver a su amigo. El gorrión esperó toda la mañana y la siguiente y la siguiente, siempre era fiel a su cita hasta que un día llegó un chico joven y se sentó en el banco, sacó una manzana y empezó a cortarla en pedacitos. El pajarillo lo miró y ladeó la cabeza: no entiendo nada, pio. El chico escuchándolo le dijo : mi padre no puede venir ya, ha tenido un accidente y nos ha dejado pero me dijo que aquí venía cada día a desayunar con su amigo y aquí estoy. A partir de ahora yo también seré tu amigo. 


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