Después de, por fin, acomodarnos los dos en la misma cama y compartir el mismo armario, empecé a notar que algo no iba bien. Todo empezó por una pequeña grieta en la pared, apenas un arañazo, pero se fue abriendo y ya no había marcha atrás. Cuando intuí que aquello era gordo cogí a los niños y nos acurrucamos los cuatro debajo de la mesa del comedor que es la más robusta de la casa, tú, en cambio, preferiste salir corriendo y te refugiaste en la otra punta del mapa. El peligro pasó y pudimos arreglar las grietas una a una, eso sí, los niños y yo porque tú habías encontrado otra casa allí. Y mira que me alegro de tenerte lejos pero los niños no tienen ninguna culpa de tu cobardía.
martes, 14 de mayo de 2024
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