miércoles, 17 de julio de 2024

Voy a por pan


 

Ayer por la mañana me levanté como siempre y me fui derecha a la cocina a desayunar. Cuando llegué me di cuenta que no tenía pan, ni de molde, ni congelado, ni na de na, así que me puse un chándal tipo " Belén Esteban", unas gafas de sol tipo " Isabel Pantoja" y una gorra tipo " Paquirrín" y me fui al Día que tengo abajo de casa. Entré sin que me reconociera nadie y compré la barra de pan más grande que vi y ya estaba en la caja para pagar cuando entra un encapuchado pistola en mano diciéndole a mí cajera que le diera todo el dinero. Yo me enfadé muchísimo y le dije que esas no eran horas de ir a robar porque apenas habían hecho caja y además yo tenía prisa. Tanto gesticulé que sin querer le di con la barra en to la cara. El tío que se lo toma mal y arremete contra mí disparándome como un energúmeno, me parapeto tras la barra de pan y me hace un bocadillo de plomo; me escondo detrás de los carritos con la intención de salir disimuladamente cuando entra la policía y dice: arriba las manos. Yo ya me hago un lío y levanto la barra de pan y al hacerlo se caen to las balas que lleva de relleno . El poli dice que yo soy cómplice y nos llevan a los dos al cuartelillo. El ladrón reniega de mí y dice que él nunca hubiera cogido un adefesio tan torpe como yo pa robar, cosa que me ofende pero por la que me dejan libre. Salgo de comisaría y me dirijo a un coche patrulla que veo para que me lleven a casa. El policía se niega porque dice que acaba de limpiar el coche y se lo voy a llenar de migas y es entonces cuando me doy cuenta que aún tengo asida la barra de pan y no hay forma de soltarla porque del susto tengo agarrotada la mano. Paro un taxi y le digo que aunque no llevo un euro que por favor me lleve a casa. El pobre hombre me mira atentamente calibrando si soy peligrosa y me dice que tiene una carrera por allí cerca y me puede llevar dejándome donde mejor le convenga. Donde mejor le convino fue a tres kilómetros y tuve que cruzarme toda Málaga andando y con esa pinta. Cuando llegué a casa me eché a llorar y no por el trauma del robo ni el cansancio, no, sino porque me había dejado la leche calentándose y ahora se había quemado el cazo y la vitrocerámica era un desastre. 


P.D. llevo una semana comiendo pan porque aún no he podido despegar la mano de la barra. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Un día tranquilo

  Son las cinco de la tarde de un martes del mes de julio. Calor, por supuesto. Después de haber leído un buen rato debajo de un gran ventil...