Lo sacaron de su celda al amanecer como hacían siempre con los que iban a morir y por eso cuando ya estaba junto a la tapia del cementerio se negó a que le taparan los ojos, quería quedarse con esa última imagen del sol apareciendo por el horizonte. Un disco de oro puro como una joya única que luce en el pecho de una doncella. Y así mirándolo fijamente se fue deshecho en sangre y regando aquel trocito de tierra que mañana regarían otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario