sábado, 3 de febrero de 2024

Me fui


 Orbaneja del castillo


Dije: un día me hago la valiente y me voy de aquí " y claro, dada mi forma de ser nadie me creyó, pero cogí una bolsa de viaje y una mochila, me fui a la estación y pedí un billete para el próximo bus, así, sin decidir más y ese bus me llevó a una ciudad del norte. No contenta con eso volví a tomar un autobús a un pueblo cualquiera y cuando llegué encontré el paraíso. Era una localidad de unos veinte habitantes, las calles adoquinadas, las casas también de piedra y tejas, todo el pueblo rodeado de altas montañas y bosques. Fui caminando con cara de extranjera y una señora me preguntó qué si buscaba a algún, le dije que solo buscaba un lugar donde encontrar la paz. La señora me miró con un poco de sorna y  me dijo con una media sonrisa : " lo que no  llevas ya dentro de tí no lo busques fuera ". Al principio no me sentó muy bien que me hablara con tanta condescendencia y que mirara el abrigo de EGO que llevaba bien agarrado a la piel y que me prestaste poca atención. Me alquilé una habitación en casa de una señora viuda y me fui adaptando al pueblo. Y  con los días me fui dando cuenta de que todo está en nosotros y no se trata de buscarlo en otros sitios, si bien, hay lugares más propicios a reencontrarse con uno mismo y estar en contacto con la naturaleza es mucho mejor que pulir asfalto. Los días iban pasando y mi ego cada vez era más fino y sin buscarlo comenzaron a pasar una serie de " milagros" que se fueron apoderando de mí.

El primero sucedió una noche en que me decidí a asomarme al balcón y mirar el cielo. Apareció una miríada de luces que tililaban como yo nunca había visto; entonces mi ego se disolvió del todo al comprender lo minúsculos que somos frente a ese universo. No somos los dueños de nada. Y aprendí a mirar.

El segundo sucedió unos días después, cuando me di cuenta de que los árboles hablaban y yo los comprendía. Fue un fundirme con el bosque cantábrico, absorber su energía y hacerme más grande. Y aprendí a abrazar árboles.

El tercero fue un día en que escuché con atención a los pájaros y me di cuenta de que no hay música más maravillosa que la de las aves y aprendí a escuchar y así fui descubriendo cosas día tras día. Me convertí en otro ser, no más humano, sino más mundana porque ya amaba al mundo..

Ya no quise volver a mí antigua casa porque había construido mi hogar aquí junto con otras veinte personas que me arroparon como si fuera una más de este pueblo y por esto doy las gracias a todos .

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Destrucción

  Después de, por fin, acomodarnos los dos en la misma cama y compartir el mismo armario, empecé a notar que algo no iba bien. Todo empezó p...