De repente, un fogonazo de luz iluminó el horizonte seguido de un gran estruendo. Las nubes negras como el carbón se apretujaron en el cielo. La lluvia tardó apenas dos segundos en aparecer. Al principio solo era una llovizna tímida que anunciaba lo que venía detrás. El chaparrón no tardó en llegar. Los árboles esperaban con alegría aquella ducha tan agradable que les quitaría de encima toda la costra de suciedad y polución que ya les agobiaba. Los cristales de las ventanas eran pistas de carreras para las gotas. Las barandillas de las terrazas asomaban su color verde y todo el barrio parecía nuevo.
miércoles, 3 de julio de 2024
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