Hace un par de años Juanan y yo alquilamos una casita rural, muy rural, en un bosquecito de Asturias. Teníamos ganas de desconectar y decidimos hacerlo a lo grande, sin móvil ni televisión, solo un libro y muchas ganas de naturaleza. La casa estaba a unos 30 km del pueblo más cercano. Como no tenemos coche, un parroquiano, que hace las veces de taxista, nos llevó al lugar y quedó en recogernos allí mismo en cinco días.
Aquello era maravilloso, solo se oía el cantar de los pájaros y un arroyo que pasaba cerca; de noche se veía la luna y todas las estrellas. Juanan y yo nos unimos, literalmente, mucho más.
En el pueblo habíamos comprado todo lo que supusimos que nos haría falta para comer : muchas latas abrefácil ( garbanzos, fabada, lentejas, aceitunas, sardinas, mejillones), todo muy fácil de cocinar. También brick de leche, zumos, tomate frito...
Empezamos con un paseo para conocer los alrededores y hacer un poco de hambre. Llegó la hora de comer y empezamos con las latas " abrefácil". Ni una, no pudimos abrir ni una. Lo mismo pasó con la leche y los zumos.
A los cinco días, como habíamos quedado, apareció el lugareño y nos encontró tirados en el sofá deshidratados y famélicos , eso sí, rodeados de latas y bricks de comida " abrefácil"
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