Mala memoria

 

Una maleta, una triste maleta con dos mudas, dos camisas, dos pares de calcetines y una manta de cuando hice la mili en Melilla fue todo lo que me pude llevar a Francia. La partida fue muy rápida. Tuve que meter esas cuatro cosas para salir huyendo de España; me fui a la estación del Norte con un billete de tren que días antes había sacado mi primo Miguel para huir también pero que ya no podría utilizar. Dos días duró el viaje Madrid - Marsella en un vagón de tercera donde parecíamos ganado; todos éramos republicanos y teníamos que irnos de nuestra tierra a pesar de haber votado un gobierno legal; yo no llevaba comida pero un racimo de uvas, un queso y un cacho de pan daba para mucha gente, al fin y al cabo todos éramos hermanos. Dicen que nos fuimos en orden y con contrato de trabajo; no es cierto, hubo hasta quien cruzó los Pirineos andando, otros en carros, mulas... Lo que tenían a mano. Allí nos tuvimos que buscar la vida como pudimos: unos pidiendo en las iglesias, otros en casa de familia o amigos, otros tuvieron suerte y pudieron trabajar catorce horas diarias por cama y comida. Yo era un buen albañil y después de pasar una temporada a la intemperie me puse a trabajar a destajo en una obra. Había bastante que hacer porque la guerra europea también había pasado por allí y se necesitaba mano de obra pero si te veían algo enfermo o malnutrido no te cogían. Después de estar cuarenta años deslomándome en lo alto de un andamio pude volver a mí tierra, un pueblito pequeño de Toledo, El Carpio de Tajo. Y ahora ya no nos acordamos de esos tiempos, los miles de emigrantes que tuvimos que irnos fuera  no queremos que otras personas que huyen del hambre, de guerras o de cualquier otra circunstancia vengan aquí a ganarse la vida. ¿ Tenemos mala memoria para tapar la mala conciencia?. Que cada cual se mire.