Parece que fue ayer cuando presenté mi primer libro pero ya han pasado diez años. Recuerdo que estaba tan nerviosa que me planteé muy seriamente no asistir. Mi editor me dijo que no podía eludir esa responsabilidad, ya que la sala estaba a rebosar de gente . No es que fuera famosa pero sí que la obra había tenido una buena acogida. Salí, me senté tras la mesa y la vi justo en primera fila. Por un momento me sorprendió la sangre fría que había tenido para estar allí después de todo lo que había pasado, pero enseguida pensé que ella era exactamente así, fría y calculadora. Lo nuestro empezó justo un año antes, cuando yo aún estaba casada con aquel pobre infeliz. Nunca supo nada y nosotras nos seguimos viendo en aquel hotelito costero que tanto nos gustaba. Un día ella tuvo un ataque de celos y me pidió, no, me exigió que lo dejara. Yo en el fondo lo quería, de una manera fraternal, sí, pero lo quería y a ella solo me unía un deseo animal que, bien sabía yo, se iría apagando con el tiempo. Una tarde discutimos mucho y le dije que no me volvería a ver. Pasado un mes, más o menos, estaba sentada junto a mí marido cuando sonó su móvil. Sin querer miré quien le llamaba y me asusté. Al instante él me dijo que saldría solo un momento pero ya no pude esperar, tenía que presentar mi libro. Y allí estaba yo, en el estrado, con la vista fija en ella y de repente descubrí una minúscula mancha roja en la manga de su camisa blanca. Él nunca volvió.
miércoles, 1 de mayo de 2024
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