La bala cumplió religiosamente con su cometido, desgarrar el corazón de su víctima. Explotó en el centro del pecho y la camisa de aquel desgraciado se convirtió en un flamante lienzo blanco donde la sangre roja dibujó sin miramientos un dibujo abstracto, casi poético, por donde escapó su vida. Se fue desmoronando poco a poco; primero cayó de rodillas como implorando a la muerte que no se demorara más, después su cara se convirtió en una máscara grotesca de dolor y por último se derrumbó mordiendo el polvo de la calle. Y ahí quedó tumbado en decúbito prono sin que nadie hiciera nada. Todos dieron por sentado que era culpable de algo aunque nadie se preocupó por investigar. Un muerto más no importa en ciertos lugares.
miércoles, 4 de junio de 2025
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