Son las cinco de la tarde de un martes del mes de agosto. Calor, por supuesto, aunque de momento no hay terral. Después de haber leído un buen rato debajo de mi gran ventilador de techo ( de otra forma es imposible hacerlo ) me dispongo a echar una cabezadita. La calle está en silencio y veo el momento apropiado. Cierro los ojos e invoco el Pranayama para relajar el cuerpo y la mente y al momento... ya... ya empiezan los ruidos. Alguien que tira algo al contenedor y deja caer la tapa sin piedad, alguien que da un portazo en el portal y tiembla hasta la cama, alguien que habla por el móvil aunque grita tanto que no le hace falta el susodicho, alguien que da un frenazo y pita a alguien... Yo sigo respirando y haciendo como que no me afectan los ruidos... Un perro ladra a lo lejos y Batman sale al balcón a pedir explicaciones y ya solo se oyen ladridos por todos lados. Sigo respirando y ya casi hiperventilo... inspiro, espiro, inspiro, espiro cada vez más rápido y más profundo. Ahora viene una ambulancia con la sirena puesta, ¡pobre quien sea el paciente.! Ah no, es el vecino que viene a darle un recao a la mujer y por lo visto es urgente : " Encarnaaa que no te olvides de lavarme la ropa del trabajo", le dice por el balcón y se va también con la sirena puesta. Sigo respirando profundo para relajarme pero ya no me relajo. Tengo un leve mareo, la adrenalina se me dispara y de un momento a otro voy a sacar la cabeza por la ventana y a chillar como una loca. Dejo la siesta para otra tranquila tarde de verano.
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