Aquí estoy parado, inmóvil pero no por eso pasivo. A mí viene mucha gente, se sientan y hablan. Los más mayores suelen sentarse por las mañanas, a la hora del sol. Hablan de su juventud, de las cosas que tuvieron que pasar, de los achaques, de los hijos que solo se acuerdan de ellos para dejarles a los nietos. Por las tardes vienen los chicos, esos que están en la edad del pavo y quieren sobresalir delante de las chicas. De esos he visto un montón. Y ya más tarde, cuando anochece, vienen los enamorados a susurrarse palabras de amor y si se escapa algún roce pues mejor para ellos. Ya de noche me dejan descansar y aquí me quedo solo esperando a que llegue mañana y otra vez los abuelos vengan a quejarse de la carestía de la vida, de los hijos, de los achaques...
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