De repente el dolor se tornó en paz y empapó cada rincón de la habitación... En la mesilla de noche donde siempre había un jarrón de cristal tallado con un ramo de flores casi insultantes, ahora solo se veía una rosa mustia y desfallecida... Todos miraron hacia la cama y escucharon un último suspiro y no supieron si era de desolación o de esperanza... Él estaba pero no estaba, su cuerpo, aún caliente, parecía dar las gracias a los presentes por acompañarlo hasta la salida de esta que había sido su vida, al mismo tiempo su alma se escapaba por la ventana semiabierta... Nadie se dieron cuenta pero él ya empezaba a vislumbrar luces brillantes que le invitaban a pertenecer al universo con toda su energía y comprendió que a partir de ese momento aquella sería su casa per saecula saeculorum.
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