No sé si os dais cuenta pero en cada historia hay algo de mí, hasta en las más inverosímiles, y esta que hoy os cuento es muy especial porque con ella empecé una nueva vida.
Era dieciséis de agosto de 2005. Iba camino de la estación a coger el primer AVE del día a las 7,00 de la mañana. A esa hora y en plena feria de Málaga no había un alma por la calle. Iba algo nerviosa pero contenta por pasar tres días en un Madrid, bastante más tranquilo que esta mi ciudad.
Busqué mi vagón, mi asiento y esperé a que saliera de la estación . No había mucha gente dada la hora temprana y el mes donde lo normal era viajar de Madrid a la costa y no al revés. Habíamos quedado un grupo de amigos en reunirnos allí y no sabía exactamente a quien encontraría. Lo que si esperaba con ilusión era conocer a quien me esperaba en la estación de Atocha. Un tal Juan Antonio, con el que había hablado ya varias veces por teléfono, iba a ser mi Cicerone en la capital y parecía una persona muy educado y amable. Pues me acomodo en mi asiento que siempre me viene grande y empiezo a ver como el tren va tragando vía sin compasión. Antes ese viaje duraba algo más de cuatro horas, ahora se hace en dos horas y veinte minutos. Saco un libro, harta ya de mirar el paisaje, leo unas pocas hojas sin poner atención. Miro a un chico en la fila de al lado que mira fotos en un portátil. Bien, así me entretengo. Al rato vuelvo a mirar el reloj, la ventanita, abro el libro y leo dos páginas sin enterarme y eso que es un libro de lo más corriente, nada de física cuántica. El chico sigue mirando fotos en su portátil, las ojeo a distancia ( tampoco quiero que piense que soy una cotilla ). Me como unas chuches que me compré en la estación y me va subiendo el azúcar.
¿ Quién será ese Juan Antonio que me espera ? Como sea un orco la hemos liado. La voz que tiene por teléfono es de galán de cine pero.... a ver a ver.
Bueno, ya solo queda una hora, estoy entre Pinto y Valdemoro, solo falta que se estropee aquí el tren jaja, pa echar unas risas. Cada vez más atacada, voy al baño a pintarme la raya del ojo, ese es todo el maquillaje que llevo y quiero dar buena impresión. También me arreglo un poco el pelo que llevo más largo de lo que es normal en mí.
Ah, por fin llegamos. Ahora a localizar a mí guía madrileño. Lo localizo junto a una columna con los brazos en jarras. Está harto de esperar o traía dos melones y se los han quitado sin que se dé cuenta. Me planto delante de él, me mira y me da un abrazo. Ha sido algo mutuo y espontáneo. Nos hemos caído bien, es más, nos hemos gustado. Tres días estupendo visitando Madrid. Ya hace diecisiete años y mientras escribo esto lo tengo aquí a mi lado roncando como cada tarde mientras yo veo las noticias. Después despierta y se pone a comentarlas como si las hubiera visto pero a estas alturas de la vida ya no me engaña. Le digo que mejor siga viendo " las noticias" en la cama hasta las seis de la tarde por lo menos, y me da la razón. Este es el mejor souvenirs que me traje de mi viaje a Madrid 😁
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