El otro día estábamos esperando para entrar a clase de Pilates las mismas desgarbás de siempre: Karina, Charo, Ana, Carmen, Manoli, María y yo y vino la profe y nos suelta : hoy en vez de Pilates vamos a dar una clase de yoga de lo más facilita. Al principio nos miramos con cierto desconcierto y cuando ya íbamos a echar a correr Conchi se nos adelantó y cerró la puerta con tres candaos. Nosotras que somos unas señoras de lo más decididas y viendo que la puerta estaba bien custodiada, nos metimos en clase. Al principio todo fue maravilloso porque podíamos respirar sin ponernos azules. Nos miramos unas a otras como diciendo " pero si esto es mu fácil, esto está chupao pa nosotras que ya entramos en la categoría de expertas ". Ah qué ilusas fuimos. Ana la profe se sentó en la yogamat y empezó a hacer torsiones con la pretensión de que la siguiéramos pero eso no nos amilanó y tanto nos retorcimos que aquello parecía una caja de tornillos a rosca. ¿ Ahora que hacemos, profe ? dijo Karina presumiendo de que ella lo llevaba divinamente. María que se toma diez cafés pa venir a clase con energía, se nos pasó de rosca y tuvimos que usar la llave inglesa pa enderezarla. Carmen que le había pillado el oído sordo y no sabía que ya estábamos con las asanas seguía con un monótono Omm que retumbaban las paredes y cuando abrió los ojos y nos vio a las demás con la cabeza dando vueltas como " la niña del exorcista" se plantó de rodillas a rezar diciendo " vade retro Satanás" que estas son mis amigas y yo las defiendo.
Esa solo fue la primera postura, para la segunda teníamos que meter la cabeza entre las piernas a la vez que con cada mano hacíamos bailar unos platos chinos y con la cintura un hulahop. No me parece muy serio esto - dije -porque así no me puedo relajar y yo siempre he leído que el yoga relaja mucho y a mí me está dando ansiedad. Es que a la vez tienes que hacer la respiración abdominal y pensar en el pranayama - dijo la profe tan pancha -. Yo ya no podía más y me quería ir a mi casa a llorar pero Conchi seguía custodiando la puerta como el can Cerbero y no había forma de escaquearse. La clase terminó a su hora, ni minuto antes ni minuto después, pero con tres ambulancias en la puerta y un herrero para enderezar a María, Charo y Ana que se quedaron algo perjudicás de la espalda y parecían la carretera de los montes. Todo con mucha clase y elegancia como siempre
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