Ruptura

 

A los 20 años conoció el desamor de una manera brutal, decidió que lo mejor era poner tierra de por medio y se alistó en el ejército. Decidió que poner distancia le iría bien sin contar con que la llevaría en el recuerdo aún sin querer. Que los amores se agarran al alma y no la sueltan con la distancia. Con el tiempo conoció a otra, no era igual pero sí la que más se parecía a ella. Se casó o lo casaron, nunca lo supe, pero el día de la boda estaba desesperado, quería que algo pasara, algún imprevisto que lo anulara todo, pero nada ni nadie vino en su ayuda. Ese amor perdido le agarrotaba el corazón. Quizá hubiera sido el momento de decir NO pero quién calla otorga y él otorgó. Pasaron los años de misiones en otras tierras. Tuvo dos hijos y cada vez la soga apretaba más. Ahora siendo padre era imposible irse pero a la vez la paternidad fue su tabla de salvación.

Un día, quince años después, la volvió a ver. Esas piernas que se aflojan y ese sudor nervioso que no cesa. Apenas le salía la voz cuando se saludaron y lo peor fué ver que ella estaba bien, que no lo había echado de menos. Estuvieron hablando una hora, allí de pie en el pasillo de un supermercado. Ella se acababa de separar de su marido pero se la veía feliz. El seguía con su soga al cuello y con solo mirarla quería empaparse de quince años de ausencia. Desde aquel día se aprendió todos sus movimientos : cuando entraba, a que hora salía, donde trabajaba, cuando hacía la compra... Todo por poderla mirar aunque fuera de lejos. Un mirón de vida ajena. Aquella que quería que fuese la suya.