El amor de mi vida no fu el primero, ni el segundo, ni el tercero... Llegó en la madurez y en circunstancias especiales. Llegó cuando tenía que llegar, ni un minuto antes ni después. Justo cuando las frutas de temporada estaban jugosas y listas para ser saboreadas. Ese amor se mantiene durante años porque se cuida día a día, no se mancha con la mentira ni con la deslealtad. Se abona tanto con caricias como con conversaciones. No hay ningún rincón que no se cuide y de vez en cuando, cuando los nubarrones se acercan y la tormenta arrecia, ese amor busca cualquier lugar donde refugiarse. Yo le presto mi paraguas y el me ofrece su abrigo. Juntos podemos con todo. No importa que el amor verdadero no sea el primero lo importante es que sea el último.
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