viernes, 1 de septiembre de 2023

Cosas que pasan


 

Ayer por la mañana me levanté como siempre y me fui derecha a la cocina a desayunar. Cuando llegué me di cuenta que no tenía pan, ni de molde, ni congelado, ni na de na, así que me puse un chándal tipo " Belén Esteban", unas gafas de sol tipo " Isabel Pantoja" y una gorra tipo " Paquirrín" y me fui al Día que tengo abajo de casa. Entré sin que me reconociera nadie y compré la barra de pan más grande que vi y ya estaba en la caja para pagar cuando entra un encapuchado pistola en mano diciéndole a mí cajera que le diera todo el dinero. Yo me enfadé muchísimo y le dije que esas no eran horas de ir a robar porque apenas habían hecho caja y además yo tenía prisa. Tanto gesticulé que sin querer le di con la barra en to la cara. El tío que se lo toma mal y arremete contra mí disparándome como un energúmeno, me parapeto tras la barra de pan y me hace un bocadillo de plomo. Me escondo detrás de los carritos con la intención de salir disimuladamente cuando entra la policía y dice: arriba las manos. Yo ya me hago un lío y levanto la barra de pan y al hacerlo se caen to las balas que lleva de relleno . El poli dice que yo soy cómplice y nos llevan a los dos al cuartelillo. El ladrón reniega de mí y dice que él nunca hubiera cogido un adefesio tan torpe como yo pa robar, cosa que me ofende pero por la que me dejan libre. Salgo de comisaría y me dirijo a un coche patrulla que veo para que me lleven a casa. El policía se niega porque dice que acaba de limpiar el coche y se lo voy a llenar de migas y es entonces cuando me doy cuenta que aún tengo asida la barra de pan y no hay forma de soltarla porque del susto tengo agarrotada la mano. Paro un taxi y le digo que aunque no llevo un euro que por favor me lleve a casa. El pobre hombre me mira atentamente calibrando si soy peligrosa y me dice que tiene una carrera por allí cerca y me puede llevar dejándome donde mejor le convenga. Donde mejor le convino fue a tres kilómetros y tuve que cruzarme toda Málaga andando y con esa pinta. Cuando llegué a casa me eché a llorar y no por el trauma del robo ni el cansancio, no, sino porque me había dejado la leche calentándose y ahora se había quemado el cazo y la vitrocerámica era un desastre. 


P.D. llevo una semana comiendo pan porque aún no he podido despegar la mano de la barra. 

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