domingo, 1 de enero de 2023

Las jacarandas


 

Mi oficina quedaba a media hora andando desde casa lo cual suponía que cada día eran dos horas de camino. Siempre iba con los auriculares puestos sin mirar a nadie hasta que un día al pasar por una plaza llena de árboles y rodeada de bellos edificios decimonónicos me paré a mirar a un hombre de cierta edad que estaba sentado muy quieto frente a un lienzo en blanco. Me llamó la atención, aunque ya lo había visto otras veces y siempre sin dibujar nada. Ese día me quedé detrás de él en silencio tratando de ver lo que él miraba. Después de un rato me pareció que quería pintar el edificio de enfrente pero que no sabía por dónde empezar. Mi vista iba de su espalda al edificio y volvía otra vez a él. Tanto y con tanta fuerza lo miré que se volvió y con un gesto me dijo si quería algo.

-- perdone señor - le dije poniendo cara de buena - pero paso por aquí cada día y lo veo en el mismo sitio pero aún no ha empezado su pintura. Supongo que está esperando a que le llegue la inspiración.

-- no, la inspiración la tengo, lo que no tengo es la capacidad de captar esta luz cambiante que pone los tonos violáceos a las jacarandas. Cada vez que las miro han cambiado de color, son como niñas traviesas que se mueven cada vez que aparto la vista. Están jugando conmigo y las veo tan hermosas que no puedo enfadarme con ellas y aquí llevo toda la primavera esperando el momento oportuno.

-- pero eso es perder el tiempo - dije yo con cara de enfado -

-- ¿ de verdad crees que mirar la belleza de la naturaleza es perder el tiempo?. Tú pasas por aquí cuatro veces al día durante todo el año y ni siquiera te habías fijado en estos árboles tan espectaculares . ¿ De verdad piensas que soy yo el que pierde el tiempo?

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