Ya hemos llegado. Nos bajamos del taxi y cogemos las maletas. Mi tía mira con extrañeza porque no reconoce el entorno. A mí tampoco me reconoce pero debo inspirarle confianza porque me coge fuerte del brazo, yo la abrazo mientras escondo mis lágrimas. Estamos ante una verja enorme, detrás, un gran edificio totalmente reformado, se ve que han invertido dinero en el proyecto. Es una residencia de mayores porque ya no se usa la palabra asilo aunque es lo que es. Muy amables salen a recibirnos. La cogen de la mano y muy despacio la llevan dentro. También se llevan un trocito de mí. Hay que rellenar una gran cantidad de papeles, preguntas que hacer y respuestas que dar. Casi dos horas de papeleo. Cuando terminamos no me dejan despedirme de ella. Dicen que es mejor que se acostumbre desde primera hora. Ella siempre ha sido una persona muy dulce y alegre y ayudando a todo el que podía. Ahora está allí sola y puede que su único amigo sea el Alzheimer que la hace olvidar y no saber ni dónde está. Desde ahora es su aliado porque él si que no la dejará ni un segundo y dulcemente se la irá llevando a un mundo sin pasado y desgraciadamente, sin futuro.
domingo, 30 de junio de 2024
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