El callejón 47 seguía oliendo a inmundicia a pesar de haber sido limpiado no hacía mucho. Tenía ratas enormes que, después del vertido tóxico, nacían con dos cabezas, dos patas solamente y sin cola. Los más desarrapados seguían durmiendo allí en cajas de cartón y los crímenes nocturnos eran frecuentes. A pesar de todo a Denis le gustaba asomarse a su ventana cada noche y con su único ojo atisbar un trocito de luna. Estaba tan acostumbrada al mal olor y al trasiego que nada le llamaba la atención, hasta la noche en que llegó él con su traje de payaso trasnochado y un cuchillo clavado en la cabeza. Lo miró hastiada y le ladró unas palabras: no permito esa clase de conducta en mi callejón, solo se admiten cadáveres.
lunes, 23 de junio de 2025
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